Una Danza por la Paz
La historia de nuestra danza del sol podría ser contada de muchas maneras. Digamos
que hizo falta que una quincena de galos indisciplinados et graciosos se encontraran
en una reserva india en 2008; digamos que hizo falta un Lakota poco probable llamado
Steven Blue Horse y sus primos Lakota de Rosebud. Digamos que hizo falta que en
medio de la danza del sol de Hollow Horn Bear, un hombrecito con una voz bien dulce,
entre dos sesiones de cantos poderosos tomase el micrófono y empezara a hablar de
la canunpa, de la mujer bisonte blanca, de la paz.
Howard Bad Hand había sido invitado ese día, como todos los años, como en otras
danzas del sol de prestigio, a venir a hablar de la paz. Para Howard no se trataba de
recitar mandamientos, costumbres, consejos, sino de compartir los frutos de una
meditación sincera y duradera. En el tono tranquilo de su voz se notaba que sabía de lo
que estaba hablando. Más aún, era como si la paz hablara a través de él, como si la
mujer bisonte blanca estuviera de nuevo enseñando a la gente ese día. Es que la paz
empieza por uno mismo, podría decir. Y la paz estaba allí, manifiesta, palpable, en ese
hombrecillo del que a veces uno se pregunta si es el hijo de los grandes guerreros de
las llanuras o más bien de esos menudos sabios de la antigua China.
Cuando llegó el momento para mi de danzar junto al árbol sagrado, naturalmente nos
dirigimos a Howard, en Red Valley. Un pequeño detalle llamó mi atención. En Red
Valley, Howard no tenía inconveniente en que las mujeres en su luna pudieran danzar,
usar la canunpa o hacer cualquier cosa que los otros danzantes y participantes
hicieran. No era poco...
Nos sentimos como en casa en Red Valley. Era como un campamento de Michel Bison
Noir. Cada día un círculo de palabra, a cada momento chistes y amabilidad. Venía de
todas las direcciones, de todas las tradiciones, de todas las naciones. Descubrimos los
Dineh Navajo y sus hermosos cantos, polinesios, japoneses, blancos, negros, mezclas
entre... Estábamos bien.
Año tras año, nuestro grupo, ‘la french connexion’, crecía hasta el punto de decir que
pronto sería el turno de los americanos de venir danzar en Francia. El árbol no me
contradijo y las visiones vinieron. Cuando le pregunté al Espíritu qué podía hacer por la
tierra, una voz me sopló ‘Te daré un árbol sagrado’.
Entonces era 2013. Justo acabábamos de instalar el campamento del clan del lobo para
sostener las búsquedas de visión. Al final del campamento de búsqueda de ese año, a
penas unos días después de nuestro regreso de los Estados Unidos, volví a oír la voz al
saliendo del campamento: ‘Te daré un árbol sagrado’. Frente a mi, en el camino que
conduce a Alayrac, como si hubiera salida de mis sueños, se levantaba un álamo, el
árbol con el que se danza. Este árbol era demasiado grande para ser usado, pero fue el
primer álamo que vi en estas tierras. Los hay a lo largo del camino que lleva al
campamento de búsqueda, como plantados allí intencionalmente...
Iba a pedir el apoyo de Howard el verano siguiente, pero no fue hasta el verano de
2015 cuando le ofrecí una canunpa para pedirle que viniera a ayudarnos a crear esta
danza en Francia. Recuerdo cómo nuestro viejo a todos, el mismo Sitting Bull, estaba
parado detrás de Howard, animándome a compartirle mis visiones de una sundance en
Francia. Recuerdo que Howard, que ya había expresado su deseo de venir a ayudarnos,
puso una condición. “Me encantaría ayudaros a danzar, si lo hacen por la paz.”
Recuerdo haber respondido : “¿Por qué otra razón lo haríamos?.” Ante la canunpa,
aceptó venir a ayudarnos a crear esta danza del sol por la paz en Francia. Cuatro veces
y más si fuera necesario, para que podamos aprender de la manera correcta.
La paz emana de la tierra. Es su aliento, su amor, su armonía. Sólo recientemente me
di cuenta que la danza del sol era la respuesta a mi plegaria. ¿Qué podemos hacer por
la Tierra? Podemos danzar nuestras plegarias de paz.
Todos estamos conectados.
Mitakuye Oyasin
Mathieu Loup Gris
​
​
​
​